Las Tres Gracias


Sucedió que un día en que llovía a cantaros, me enteré que mi gran amigo de la infancia me iba a abandonar, ya que sus padres habían decidido mudarse a la capital. Yo me sentí muy triste porque, a pesar de que tenía a otros amigos en la secundaria, aquel era el único que había estado ahí siempre, me comprendía y además era mi vecino. Sin embargo tuve que comprender que aquello era inevitable y entonces me despedí esperanzado con el día de su regreso.

Así pasaron los días mientras observaba la casa de mi amigo de la infancia, tantas alegrías habíamos pasado, ahora lucía triste y sin vida. Entonces me invadió un sentimiento de nostalgia, empecé a recordar  aquellos momentos de la infancia donde jugábamos y charlábamos en cada rincón de aquel terreno, era grande.
Unas semanas pasaron y vi que alguien se mudaba a la casa de mi mejor amigo, al parecer era una familia muy numerosa, hasta mascotas tenían. Haciendo un esfuerzo recordé que aquella familia ya la había visto antes, la mama era conocida de mi madre, al menos me acordaba de ella, porque nos había invitado a una fiesta, en ese entonces vivía a una cuadra de nuestro vecindario. Tenían cuatro hijas y un varón.
Yo solo esperaba que no arruinaran la casa de mi amigo, estaría pendiente de que no hicieran nada extraño, ni siquiera que destruyeran la casa del árbol.
Los días pasaron, hasta que una tarde en la que jugaba fútbol con mi hermano y otros vecinos, noté que el chico, el único varón de la familia, estaba afuera de la casa observándonos, entonces lo invité a jugar para quedar bien y así también vigilar más de cerca a la familia.
Pronto nos hicimos buenos amigos y jugábamos casi todos los días con los demás vecinos. Luego él empezó a invitar a sus hermanitas; yo no quería, ya que eran niñas y pues el fútbol no va con ellas.
Sin embargo conocí a la mayor, Yadi y quedé hechizado; a pesar de su corta edad, mostraba una gran inteligencia, y a mí me gustaban las chicas inteligentes.

Se me ablandó el corazón y las deje entrar, entonces empezamos a jugar con ellas, luego no sé cómo, empezaron a cambiar las reglas del juego. Pronto dejamos de lado el fútbol y empezamos a jugar futbeis, una variación del béisbol, donde en vez de usar un bate, se usa el pie.
Algunos vecinos ya no quisieron jugar con nosotros, pero a mí no me importaba, yo estaba encantado con Yadira, luego también sus hermanitas Juli y Ary eran tan cariñosas que trataba de complacerlas en todo lo que podía.
Pronto los vecinos se dejaron de reunir y yo empecé a salir con ellas tres, mis graciosas y cariñosas ninfas. Nos quedábamos hasta tarde jugando futbeis o a las escondidillas o a cualquier cosa que se les ocurriera, estaba bajo su dominio y poder, me sentía extasiado al complacerlas. Les relataba historias de terror, y las abrazaba cuando se asustaban.


Aquella dulzura en la que me vi inmerso, parecía cosa del diablo o brujería, olvidé a mis amigos, las clases y hasta a mi hermanito. Era increíble aquel estado hipnótico en el que me encontraba, todas las  noches soñaba con aquellas tres lindísimas Gracias. Les tome demasiado cariño, que a pesar de que ellas eran 3 años menor que yo, sentía que se me venía el casto pecado.

Pero aquello tenía que terminar por mi propio bien.  Si aquella especie de harem seguía, terminaría con cometer varios pecados, así que decidí con toda la fuerza contenerme y apartarme de ellas.

La mejor forma para que ellas también se alejaran de mí, fue hacer que me odiarán, y para lograr esto, "accidentalmente" golpeé a su hermano, aunque si se me paso la mano a tal grado que lo hice llorar, (Niños no vean películas violentas, les darán malas ideas).

Fue así que mi razón de ser volvió y aunque me arrepentí después por haber sido muy brusco con su hermanito, no lamenté el hecho de que me dejarán de querer, pues una diosa había de reinar para siempre mi corazón.

Fin

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