—Niño de mis días
de gloria y jovial existencia, relátame
aquella historia tuya, porque te habrás enamorado de una niña fantasma, que tan
ciego pudiste haber estado.
—Que puedo
decirte, era joven dócil e inexperto, con ganas de aventuras, si la diosa Eris
me hubiera seducido también habría caído
al Tártaro ignorando todos los peligros.
—Cuéntame
entonces como es que aquel espectro pudo llegar a robar tu corazón
—Supongo que la
curiosidad por lo sobrenatural y el hecho de que aquella muchachita parecía un ángel.
En las noches la veía aparecerse ante mis ojos deslizándose por la calle de mi
vecindario; llevaba el cabello negro largo sin peinar, sus mechones lacios se
movían con el viento al igual que el vestido azul que llevaba puesto.
Una noche estrellada
la observé (fue la última vez), me había quedado sentado en la terraza de mi
cuarto, pasaban ya las 11 de la noche. Desde el segundo piso de mi casa vi como
aquella hermosa criatura salía de entre las sombras de los árboles. Luego se
desplazaba por la solitaria calle hasta quedar frente a mi casa. No recordaba
si la había visto antes, (tal vez era nueva por el vecindario). Su vestido azul
le quedaba grande, luego empecé a fijarme en su enternecedora figura, daban
ganas de seguirla hasta el fin del mundo. Traté de mantener la cordura para no
arrojarme a sus brazos, pero entonces me fijé en su rostro que había estado
oculto tras aquella melena. Fue ahí que nuestras miradas chocaron, me miró intensamente con sus ojos negros y
sonrió extrañamente que me quede paralizado.
Sí, creo que
aquella rara jovencita me hizo brujería o no sé, porque quedé flechado. Aún
hoy al recordar su rostro me siento extrañamente feliz. Desde esa vez no volví
a hacer el mismo, empecé a invocarla todas las noches <<por favor, que
aparezca>>. Sin embargo dejó de aparecer. Entonces me dispuse a buscarla
investigando por donde la había visto aparecer.
Casa por casa fui
preguntando por ella, hasta que un vecinito me dijo que se trataba de su
hermana que ya había fallecido, había estado muy enferma los últimos días. Su
nombre era Abigaíl, no había duda, la foto que me mostró de ella lo confirmaba.
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